ISSN: 2007-7033 | Núm. 62 | e1567 | Sección: reseñas

Reseña: Jóvenes indígenas de dos regiones argentinas: “Ir, estar y regresar con lo nuestro”

Book review: Indigenous young people from two Argentine regions: “Go, be, and return with what is ours”

Nicolás Emmanuel Hugo Giménez*

Libro: Protagonismos y reivindicaciones de jóvenes indígenas. Construcciones identitarias en escenarios educativos, de Álvaro Guaymás y Mónica Sonia Chacoma (compiladores), Grupo Editor Universitario, 2021. ISBN: 978-987-8308-61-6

Recibido: 14 de mayo de 2023 | Aceptado para su publicación: 12 de diciembre de 2023 |

Publicado: 5 de enero de 2024

Cómo citar: Giménez, N. (2024). Jóvenes indígenas de dos regiones argentinas: “Ir, estar y regresar con lo nuestro” (reseña). Sinéctica, Revista Electrónica de Educación, (62), e1567. https://doi.org/10.31391/S2007-7033(2024)0062-003

* Profesor en Ciencias de la Educación por la Universidad Nacional de Jujuy, Argentina. Becario doctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas con lugar de trabajo en el Centro de Investigaciones Sociales y Educativas del Norte argentino, Universidad Nacional de Salta, Argentina. Líneas de investigación: experiencias escolares, pueblos indígenas y migraciones en educación secundaria y superior. Correo electrónico: nnicolasgimenez81@gmail.com/ https://orcid.org/0000-0002-2307-1456

El libro reseñado se propone “resaltar” y analizar los relatos sobre las trayectorias escolares y académicas de estudiantes que se autorreconocen pertenecientes a pueblos indígenas de Jujuy, Salta y San Juan.

Si bien la experiencia indígena se vive y se siente de manera diferente en cada persona, existen rasgos que actúan como denominador común en cada una de ellas. Hablamos del constante racismo, la violencia y la exclusión que sufren estudiantes en su transitar por contextos educativos rurales y urbanos. De ahí que la narración se traduce como elemento de resistencia, como forma de re-existir y de poner el cuerpo ante los procesos de negación, subordinación y exclusión de las subjetividades indígenas juveniles. Esta postura es más que prometedora en los contextos actuales, dado que posibilita visibilizar las memorias de personas que han sido silenciadas no solo por la edad, sino también por su pertenencia étnica y la condición de género.

Las juventudes indígenas, como espacio de enunciación y actuación, es relativamente reciente en el ámbito académico y en las prácticas de investigación. Esto se debe, entre otras cuestiones, a la organización familiar y comunitaria de las poblaciones indígenas, así como también a la mirada imperante de las ciencias sociales sobre el sujeto juvenil, por lo general, asociado al contexto urbano. La visibilización de las juventudes indígenas, a finales de la década de los noventa del siglo XX, se dio a partir de la emergencia de un conglomerado de procesos sociales, como el crecimiento del peso demográfico del sector juvenil, ampliación de procesos migratorios, aumento de la escolaridad y la presencia tajante de los medios de comunicación. A su vez, un viraje en los estudios sobre juventudes hacia un enfoque sociocultural permitió evidenciar varias maneras de ser joven en tiempos de globalización.

Un gran acierto de este escrito es señalar que la lectura de las experiencias de jóvenes indígenas requiere detenerse a pensar, a mirar, a escuchar más despacito, mirar, escuchar y sentir más despacio, demorarse en los detalles, suspender la opinión, suspender el juicio, abrir los ojos y los oídos, charlar sobre lo que nos pasa, aprender la lentitud, escuchar a los demás, cultivar el arte del encuentro, callar mucho, tener paciencia, darse tiempo y espacio (Larrosa, 2003).

Las experiencias que se recuperan en los capítulos nos encaminan tanto a seguir ejercitando la escucha atenta como también a continuar pensando las lógicas escolares y académicas, principalmente aquellas que atraviesan la formación docente inicial y continua, las prácticas pedagógicas-didácticas, los materiales didácticos, las prácticas de evaluación y acreditación instaladas en las escuelas, en los institutos de educación superior y en las universidades del territorio argentino. Resulta urgente identificar el racismo solapado y los procesos de discriminación y estigmatización vigente en estas dimensiones de las instituciones para promover nuevos modos de hacer y sentir. Como diría Freire (2003), el gran educador brasileño, “la educación puede ocultar la realidad de la dominación y la alienación o puede, por el contrario, denunciarlas, anunciar otros caminos, convirtiéndose así en una herramienta emancipatoria” (p. 74).

El libro se enfoca en los procesos de socialización en estas instituciones, lo que resulta importante en tanto que es ahí donde los sujetos continúan recibiendo y construyendo modos de pensar, actuar, mirar, amar, odiar y evaluar a otros. Así, nuestra presencia en las instituciones, donde necesariamente implica elección y toma de decisión, no es azarosa o neutral. El lugar de estas resulta crucial en estos procesos, puesto que, por error u omisión, mientras continúen reproduciendo dinámicas de formación monocultural y monolingüe, continuarán promoviendo procesos de (auto)negación y rechazo a la identidad indígena.

Las trayectorias de las juventudes indígenas, su transitar y egresar de la educación secundaria ilustra formas particulares de estar (ahí) siendo (ser), evidencia tensiones entre modos de ser y hacer propio de la escuela y los que provienen del ámbito familiar y comunitario. Para las juventudes es una experiencia novedosa, pero no deja de ser extraña y en soledad en la medida que la escuela jerarquiza a las culturas potenciando que lo propio se perciba como inferior, como inválido. En tal sentido, la institución escolar les indica lo que deberían ser y hacer, y no es lo que han aprendido en el ámbito familiar y comunitario: “Estar sin estar” para “ser sin ser”.

Ahí ocupan un tiempo determinado para las actividades escolares, tejen responsabilidades, crean estilos, códigos, vínculos, asumen compromisos ligados a sostener su trayectoria escolar y, sobre todo, “aprenden a comportarse y a hablar” “para ser alguien”. Se trata de aprender lo que la escuela establece como necesario, “válido”, “normal”, “legítimo”, en detrimento de lo que se enseña en la familia y en la comunidad; es decir, todo ello implica desvincularse de roles y funciones que asumen fuera de la escuela.

El texto asevera que estas situaciones de ninguna manera son casuales, sino que se inscriben en procesos y mandatos históricos en los que las culturas indígenas fueron consideradas bárbaras, peligrosas e incivilizadas y, por lo tanto, debían ser educadas. No debemos olvidar que desde el momento fundacional del Estado-nación argentino, la escuela monocultural y monolingüe se presentó como la única capaz de desarrollar lo que debía y debe aprender y saber el ciudadano, lo que la ubicó en un lugar de legitimidad, de allí que el conocimiento que imparte adquiera un carácter de incuestionable.

En este marco, los ámbitos familiares y comunitarios asumen un papel crucial al “sostener” la identidad indígena a través de los relatos y prácticas ancestrales que resignifican lugares, espacios y fechas no reconocidas como parte constitutiva de la historia oficial. Situación que ubica como protagonistas a grandes sabios y sabias indígenas en esos decires y haceres que buscan no olvidar “quien se es” porque “se viene de”.

Lo interesante del libro es que sus autores/as sostienen de manera contundente la resistencia y lucha por parte de las juventudes, intelectuales y organizaciones indígenas ante los procesos de negación y fuerte carga social negativa. Lo que antes no se podía decir, hoy resuena con fuerza: estudiantes y profesionales se pueden decir indígenas. Este autorreconocimiento ha desconcertado las configuraciones áulicas e institucionales, pues hoy gran cantidad de personas, dentro de las instituciones de educación superior y universidades, se adscriben a pueblos indígenas supuestamente inexistentes. Hace tambalear la afirmación que aboga que a quienes no se los ve no están, que quienes no se nombran no existen.

La identidad indígena enunciada y la educación superior ha incomodado la escena formativa cotidiana en las instituciones que componen este sistema, pues hoy se debe pensar en un sujeto histórico, situado, que se pensó que no estaba, pero está. Reconocerse y enunciarse indígena en los espacios universitarios supone “resistir” para “estar” y “seguir estando”.

Este panorama encaminó a que las universidades convencionales replanteen sus dinámicas de trabajo. En tal sentido, en las últimas décadas, las casas de altos estudios asumieron un compromiso en el tratamiento de políticas, programas y proyectos ligados al reconocimiento e inclusión de la diversidad etnolingüística. Ello con la intencionalidad de garantizar no solo el ingreso, sino también la permanencia y el egreso de las juventudes indígenas.

A pesar de las insuficiencias de políticas públicas que vulneran los derechos constitucionales específicos de los pueblos indígenas en la educación superior, el libro da cuenta de la agencia activa de las universidades. Se vuelve notorio en la agenda institucional, políticas destinadas a responder las demandas de las poblaciones indígenas presentes en los espacios académicos. Los procesos de relevamiento de datos sobre la cantidad de estudiantes indígenas, los programas de tutorías, los trabajos de investigación y tareas de extensión son algunas de las actividades que hicieron posible generar puentes, aparentemente incompatibles, entre la academia y las comunidades.

Estas experiencias de programas y proyectos de la Universidad Nacional de San Juan, Universidad Nacional de Salta y la Universidad Nacional de Jujuy que trabajan con jóvenes y comunidades indígenas permiten evidenciar que dichas poblaciones universitarias refuerzan sus subjetividades a partir de recuperar sus narrativas, sus historias personales, familiares y comunitarias. Esto no es dato menor, pues reconstruir sus historias conlleva procesos de indagación y reflexión sobre sus apellidos y sus marcas fenotípicas sobre los desplazamientos migratorios de sus familiares.

También lo hacen cuando recuerdan las innumerables veces en las que se han sentido bajo sospecha en las aulas y en los pasillos de las instituciones. La presencia indígena propugna apostar por una revisión social y cultural en ese espacio tanto en el plano simbólico como en el político. Esto, a fin de contribuir con la lucha de espacios académicos más inclusivos e interculturales, donde “nadie deje de ser ‘quien es’ para pertenecer a una institución superior”.

Es inevitable que el lector a medida que pasa de página en página no piense su contexto cercano. El libro que “resalta” las experiencias de jóvenes indígenas, desde luego, trasciende el escenario escolar y académico en la medida que nos encamina a percibir la relación, sin duda existente, entre lo que se lee y lo que ocurre en nuestros barrios, en nuestra ciudad y en nuestros países. Retomando nuevamente a Freire (2015), “si mi presencia en el mundo no es neutra, debo asumir de la manera más crítica posible su carácter político” (p. 39), denunciando y enunciando modos de pensar, ser, actuar, mirar.

Referencias bibliográficas

Freire, P. (2015). Pedagogía de la indignación: cartas pedagógicas en un mundo revuelto. Siglo XXI.

Freire, P. (2003). El grito manso. Siglo XXI.

Larrosa, J. (2003). Entre las lenguas. Lenguaje y educación después de Babel. Laertes.