Reseña
Disciplina con dignidad. Una reseña analítica

Rosario L. González Hurtado

Currículo: maestra en Antropología Social por CIESAS-Occidente; especialidad en Educación Cognoscitiva, ITESO. Actualmente labora en el Departamento de Educación y Valores del iteso

Libro: Disciplina con dignidad, 2ª edición, de Richard Curwin y Allen Mendler. México: iteso, 2003. isbn: 968-5087-56-3, edición en español.

En momentos de crisis en la formación de valores, como el que actualmente están experimentando la mayoría de los países, los profesores en las escuelas se preguntan: ¿cómo hacer frente a la cotidianidad de la vida en las aulas cuando los esquemas tradicionales de autoridad dejan de ser vigentes y representativos para regular la relación entre maestros y alumnos? ¿Cómo manejar el comportamiento de los niños y adolescentes cuando en todo el entorno se han movido los esquemas de control de los adultos sobre los menores y el modelo de obediencia y castigo deja de ser efectivo, incluso comienza a ser cuestionado?

En la emergencia de respuestas, los profesores y directivos escolares recurren a las propuestas que aparecen en la literatura como opciones aplicables en la solución de los problemas. Es el caso de Disciplina con dignidad, una propuesta desarrollada en Estados Unidos en los años noventa y que ha tenido una importante acogida en los centros escolares de diferentes países. Su éxito se debe particularmente a que aborda el sensible tema de la disciplina mismo que representa un reto para las escuelas de los distintos niveles educativos.

Con la intención de conocer a fondo la propuesta y emitir una opinión que ayude a definir criterios para elegir y aplicarla en las escuelas, elaboro esta reseña analítica del texto. Sin duda, la obra de Curwin y Mendler resulta un texto de gran interés para los profesionales de la educación, y en especial para las y los profesores, al centrarse en el tema de la disciplina en la escuela, pues ésta representa el talón de Aquiles en la tarea educativa de cualquier sociedad escolarizada. La obra es innovadora en tanto que propone un modelo de disciplina basado en la responsabilidad y la consecuencia como alternativa a los modelos que se sustentan en la obediencia y el castigo.

El libro fue escrito en 1999 y reeditado en 2003. En la introducción de la segunda edición, los autores advierten de algunos cambios al texto para adaptarlo a situaciones de los años actuales; sin embargo, en esencia se mantiene el contenido, pues lo consideran vigente para las escuelas y situaciones de la educación básica actuales, no sólo de Estados Unidos, sino de diferentes países.

En este trabajo, los autores plantean la disciplina en el aula y la escuela como la manera de establecer límites y normas para el comportamiento de los alumnos, y la consideran una condición básica para que pueda llevarse a cabo la enseñanza. Para ellos, un ambiente caótico en el aula es un impedimento para que se den la enseñanza y el aprendizaje.

De acuerdo con Curwin y Mendler, las fuentes de conflictividad en el aula y la escuela son: métodos inadecuados de enseñanza; profesores con modelos incongruentes de autoridad; procedimientos poco claros de normativa escolar; ausencia de un plan de disciplina en el aula y la escuela; uso de modelos cerrados de disciplina basados en la obediencia y la sanción; métodos de enseñanza desmotivantes; problemas familiares y algunos elementos contextuales, como la pobreza y los grupos vulnerables. Para los autores, formar en la disciplina es una labor “propia” de las escuelas, ya que en ella se reúnen grupos humanos; por lo tanto, es fácil que afloren los conflictos, pues éstos son un componente natural en las relaciones humanas.

La disciplina en el aula es considerada un medio fundamental para mejorar el aprendizaje de los estudiantes; la mayor parte de la obra está dedicada a presentar una amplia gama de estrategias para lograr un ambiente regulado en el que se posibilite la acción educativa del profesor y se concrete el aprendizaje. Entre éstas, ponen especial atención en el contrato social, el manejo de reglas claras y consecuencias definidas, y un plan de disciplina en el aula y la escuela.

Disciplina con dignidad cuestiona los modelos disciplinares que se sustentan en sanción y obediencia, ya que no ayudan al desarrollo de la autorregulación de las personas; proponen el manejo de consecuencias como medio alternativo para regular el comportamiento de los estudiantes en el aula y la escuela. En la elaboración de las consecuencias, es el profesor quien tiene el papel central, es él quien predefine las normas, las posibles faltas y las consecuencias que tendrá un comportamiento inadecuado. En este sentido, me parece que, si bien el manejo de consecuencias como alternativa al castigo y la obediencia es una propuesta prometedora para avanzar en el proceso de reflexión, el esquema con el que se construyen y se aplican las consecuencias dentro del modelo resulta mecánico y poco reflexivo para el estudiante.

En esta misma línea, los autores hacen referencia a un modelo basado en educar en el pensamiento crítico, lo cual resulta una aportación interesante en el manejo de la disciplina escolar. No obstante, en el desarrollo del modelo, el pensamiento crítico realmente no se aborda y las propuestas se enfocan más a esquemas de intervención de corte conductista con algunos elementos de negociación y manejo del contrato social con los estudiantes. En este sentido, la obra deja la interrogante y abre una veta dirigida a buscar cómo concretar un modelo de disciplina basado en el desarrollo del pensamiento crítico.

Un planteamiento central en la obra es el cuidado de la dignidad del estudiante y del profesor durante el proceso disciplinar. La dignidad de las personas es un aspecto de los procesos afectivos que no puede pasar inadvertido en la educación; por ende, resulta muy valioso que los autores tomen como punto de partida plantear que es posible disciplinar el comportamiento sin deteriorar la dignidad. Con este propósito, ofrecen el “Modelo de disciplina tridimensional”, en el que la disciplina es parte del proceso educativo y no es una acción al margen del proceso formativo del estudiante. La disciplina tridimensional está compuesta de tres dimensiones: prevenir, actuar y resolver los problemas de comportamiento. Éstas son las fases de la intervención que sugieren a los profesores para realizar la educación en la disciplina.

Curwin y Mendler son enfáticos en señalar que la escuela se administre con un enfoque reflexivo en el que el director construya, junto con los maestros, el modelo de disciplina que desean manejar en la escuela. En este sentido, es interesante que la propuesta se oriente hacia un enfoque de autoridad compartida dentro de la gestión escolar, como lo propone recientemente la corriente de “Gestión ética de las instituciones escolares” (Duart, 2006). Aun cuando los autores no lo proponen desde esta perspectiva, el resultado de construir en colectivo el plan de disciplina, contribuiría a mejorar la coherencia en el manejo de la autoridad, lo cual se traduce en beneficio de la percepción que los alumnos pueden tener de la normativa escolar.

Es de señalarse que la propuesta de “disciplina con dignidad” incluye y da importancia a los aspectos afectivos del estudiante y del profesor para lograr un clima menos conflictivo en el aula y en la interacción maestro-alumno. Éste es un elemento especialmente significativo, ya que en general los aspectos afectivos son poco atendidos dentro de la disciplina, en particular la afectividad del profesor. En este sentido, es de apreciar el capítulo dedicado a este propósito dentro del libro.

El texto aporta una buena cantidad de estrategias para manejar situaciones de comportamiento conflictivo de los estudiantes en el aula, así como las reglas y la normativa en el salón y la escuela. En esta línea, resulta un instrumento valioso para los profesores, pues aporta ideas prácticas para poner en acción en situaciones concretas. Desafortunadamente, hay un fuerte hincapié conductista en la mayoría de las estrategias que se incluyen.

Otra aportación del trabajo de Curwin y Mendler es la sección orientada a los directores o administradores de los centros escolares, incluida en cada uno de los capítulos. La sección para el administrador nos hace ver la trascendencia del trabajo en equipo entre el director, los profesores y el personal que constituye el centro, y en particular la importancia de esto en el manejo coherente de la disciplina y como un medio de potenciar el trabajo cotidiano que realizan los profesores con los estudiantes. En realidad, en pocas escuelas se plantea el trabajo conjunto en torno a un plan de disciplina escolar, que precise las formas, los medios y límites de la participación de los agentes educadores para intervenir en los asuntos de manejo de la disciplina; en consecuencia, es muy rescatable y sugerente esta aportación en el texto.

En cuanto a la causalidad de los problemas escolares, los autores no profundizan; sólo dan por hecho que existen y que el personal escolar debe aprender a lidiar con ellos. Esta aproximación a los problemas escolares conlleva a que el modelo tenga una fuerte tendencia conductista, en la que se proponen soluciones para el cambio del comportamiento de manera mecánica y artificiosa. Abiertamente, los autores usan términos como refuerzo positivo y refuerzo negativo para el cambio del comportamiento.

Este modo de abordar el cambio del comportamiento contrasta con fuerza con la afirmación que hacen los autores de que los problemas son oportunidades para aprender. Sería una valiosa ayuda que el texto concretara acciones orientadas a este propósito y abundara en el tema, ya que únicamente se refiere a algunos elementos de la autoinstrucción como un medio para enseñar a los estudiantes a manejar estrategias de control.

En conjunto, el enfoque teórico del modelo es psicologista y se centra principalmente en los procesos subjetivos de las personas en relación con el comportamiento dentro de la escuela. Esta perspectiva conduce a presentar la dinámica escolar como un asunto que hace hincapié en el control del comportamiento, y pierde de vista la riqueza de interacciones que ocurren en la cotidianidad escolar.

Una mirada crítica

Sin duda, Disciplina con dignidad es un texto atractivo que promete resolver una dicotomía clásica en la vida de cualquier centro escolar: llevar a cabo la formación disciplinar cuidando la dignidad de alumnos y profesores. En su conjunto, la propuesta es atractiva, pues ofrece a los profesores y directores escolares una amplia gama de estrategias para manejar mejor las dificultades de comportamiento de los estudiantes en el aula, y crear condiciones para favorecer la enseñanza. No obstante sus valiosas aportaciones prácticas, al final de la obra el lector puede preguntarse si la interacción escolar debe quedar reducida a un asunto de disciplina y control del comportamiento de los alumnos por parte de los profesores, pues ésta es la sensación que deja el contenido del amplio volumen.

La manera en que se hace referencia a las relaciones interpersonales a lo largo de la obra, inducen a pensar la interacción escolar en términos de relaciones lineales maestro-alumno, lo cual resulta una imagen simplista y reducida de lo que ocurre en el complejo tejido interaccional que se produce en las aulas. Si bien una buena parte de los procesos del aula se desenvuelven a partir del guión y las directrices que el profesor establece para los estudiantes, definitivamente no es lo único que ocurre en el aula, ni es este guión el único que orienta de modo permanente la dinámica de los estudiantes.

En este sentido, la obra da pie a cuestionarnos el modo en que hemos interpretado las relaciones sociales en las aulas, donde maestro y alumno son antagonistas en un programa disciplinar al que debe ser sometido el estudiante, quien siempre planteará retos a la autoridad del profesor. Conviene preguntarnos si es posible pasar de este esquema para proponernos la construcción cooperativa y reflexiva de formas de convivencia en este espacio llamado escuela.

En una perspectiva más global, los planteamientos de Curwin y Mendler en torno al proceso disciplinar en la escuela, nos llevan a preguntarnos sobre el papel de la escuela en relación con la formación socioafectiva de los estudiantes. A la luz del contenido de la obra y su fuerte acento en proveer estrategias para facilitar la disciplina, se hace explícita la idea en la que se asume el papel disciplinario que ha de cumplir la escuela con los niños y jóvenes que se le confían. Definitivamente, debemos cuestionar este supuesto, porque tiene fuertes implicaciones en la manera en que pensamos la naturaleza del ser humano; de asumirlo, estaríamos aceptando que la persona es incapaz de construir en su propio proceso madurativo los mecanismos regulatorios que le permitan convivir en un grupo social. No sólo eso, estaríamos aceptando que la acción socializadora de la escuela tiene como prioridad normar el comportamiento de los alumnos; ésta es una perspectiva limitada y deformante de todos los procesos que ha de propiciar la escuela como primera comunidad social donde participan los niños y jóvenes.

En su conjunto, el texto nos lleva a pensar en cómo hemos conceptualizado la vida en la escuela, como una dinámica limitada por las relaciones enseñanza–aprendizaje, caracterizadas por la linealidad de la autoridad maestro–alumno, relaciones centradas en la obediencia y el castigo. Esta forma de conceptualizar la vida en la escuela deja fuera una serie de relaciones de convivencia entre las personas que forman la comunidad escolar, relaciones de género, de pares y coetáneos, las diferentes formas de agrupación, las relaciones interétnicas e interculturales, por señalar algunas. Del mismo modo, deja fuera de nuestra atención los temas en torno a los cuales se producen las interacciones entre los estudiantes, entre los profesores y de éstos entre sí, es decir, las alianzas, las territorialidades, los acuerdos, los conflictos, las negociaciones y la competencia, entre otros.

Disciplina con dignidad es una buena oportunidad para repensar si la “disciplina” es una categoría que permite potenciar la tarea socializadora que, por excelencia, cumple la escuela, o si es el momento de incorporar nuevas categorías, como la convivencia que nos permite mirar con mayor amplitud la complejidad de las interacciones en la escuela y pensar en prospectiva esta dinámica social.