Reseña

Entre líneas; la lectura autónoma
en estudiantes normalistas

Por Susan Street, ciesas-Occidente

Currículo: doctora en Educación por la Universidad de Harvard. Investigadora, profesora investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (ciesas-Occidente). Docente del Doctorado Interinstitucional en Educación (diee).

Libro: Entre líneas; la lectura autónoma en estudiantes normalistas, de Sergio Lorenzo Sandoval Aragón. Guadalajara: Instituto Superior de Investigación y Docencia para el Magisterio (isidm), 2007. ISBN: 978 970 764 322 2

“De disposiciones objetivadas a culturas subjetivadas en el problema de formación docente: la lectura (semi)autónoma de los estudiantes normalistas, analizada entre líneas, como una posibilidad de poner las primeras piedras a un nuevo caminar reflexionando…”

Es difícil comentar un libro cuyo autor tomó los cuidados necesarios para cubrir, anticipadamente, los posibles “puntos flacos”. Entre líneas; la lectura autónoma en estudiantes normalistas incorpora todos los caveats (su autor los integra a la discursividad teórico-metodológica): la explicación del interés de la investigación; los cuidados interpretativos requeridos ante los exámenes estandarizados (Pisa, Enlace, entre otros) provenientes del extranjero; el uso riguroso de las categorías y los conceptos; el reconocimiento de las limitaciones de las pruebas estadísticas; la exploración escrupulosa de las posibles explicaciones de los resultados estadísticos y la traduccción al lenguaje accesible del común mortal; la consistencia implicada en el abordaje disciplinario; y la más pura actitud de autocrítica.

En esta época de crisis en las ciencias sociales, llamada crisis de representación (¿nos toca ser fiel a la observación de la realidad o interrogarla desde diversos discursos?) o posicionamiento (la seguridad de la objetividad frente a la incertidumbre desde cualquier postura que requiere construirse expresamente), estamos ante un libro que expresa la única respuesta viable (resuelta por cada investigador a su modo) ante tantas crisis que nos desestructuran: la incorporación de una reflexividad abierta tanto al proceso como al producto de la investigación, en este caso, de carácter sociológico en el campo de la educación.

Reconocemos, como lo hace el propio autor, el carácter pionero del libro: es un estudio de exploración de un fenómeno que apenas se asoma como tal, sintetizado en una frase casi publicitaria de la política educativa: el gusto por la lectura. Sandoval realiza una investigación empírica a fin de lograr una primera descripción de lo que esto significa para los estudiantes normalistas, suponiendo de entrada que estos futuros maestros estarán frente al reto de fomentar dicho gusto en sus alumnos.

De aquí emergen dos movimientos teórico-metodológicos del autor: uno hacia la determinación –mediante encuestas a poblaciones representativas de estudiantes normalistas (en tres escuelas normales diferentes de Jalisco)– de esos gustos, de qué y cómo leen los sujetos estudiados; otro, hacia una reformulación de la frase para posicionarse en una perspectiva teórica específica, la de Pierre Bourdieu, que concibe el objeto de estudio como una disposición para la lectura autónoma (p. 23).

Este giro conceptual hace más compleja la noción de gustos; la aleja de una característica personal (transmitida en familia o en la escuela) y la acerca a las prácticas sociales y consumos culturales construidos en ámbitos institucionales cruzados, a su vez, por un campo de poder que abarca las relaciones sociales históricamente constituidas. En este giro, la opción comparativa (de las tres escuelas normales) es exitosa al describir cómo y qué leen los estudiantes normalistas (todos leen novelas/ficción, en primer lugar; mujeres, libros de autoayuda, y varones, textos de ciencia y tecnología, en segundo lugar); al problematizar las categorías cuando analiza las respuestas de los estudiantes encuestados; y, desde luego, muy exitosa al generar (muchas) nuevas preguntas de investigación, pero menos exitosa en cuanto a responder una de las preguntas iniciales: ¿favorece la formación normalista la disposición para la lectura autónoma? (p. 23).

Para contestar esta pregunta de modo comparativo, el autor hubiera tenido que contextualizar el objeto de estudio como prácticas sociales en los ámbitos institucionales de cada una de las escuelas normales estudiadas, es decir, debió tener un complemento etnográfico y, también, teorizar mucho más el concepto de lectura autónoma (como el mismo autor apunta en la p. 50), dadas las prácticas tradicionales del normalismo mexicano, las cuales impiden o dificultan el surgimiento de condiciones institucionales de producción de espacios autónomos de formación. Una evaluación externa (a la sep) del Programa Nacional para la Actualización Permanente para Maestros en Servicio (Pronap), versión 2006, concluye que los centros de maestros en todo el país han tenido dificultad en transitar hacia un nuevo concepto de formación continua, el cual incorpora una noción del docente en franca búsqueda por controlar su trayecto formativo, al navegar por las instituciones y aprovechar sus recursos, y ejercer, pues, como sujeto autónomo.

Sandoval concluye que apenas existe en los estudiantes normalistas (jaliscienses) una disposición a la lectura autónoma, que depende, en gran medida, del capital cultural heredado que poseen las familias (p. 77), el cual se distribuye desigualmente según las jerarquías de otros capitales, por ejemplo, los socioeconómicos. Si la disposición a la lectura autónoma de los estudiantes normalistas es reflejo de la sociedad en general y también de las jerarquías entre los diversos tipos de escuelas (cuyas diferencias anticipa el mismo estudio de Pierre Bourdieu, sin pensar en los rankings producidos por la aplicación de los exámenes estandarizados), entonces debemos considerar “lo agregado” por las instituciones normalistas o, si se quiere, por la cultura político-formativo del gremio magisterial.

Al respecto, dos nuevos libros sobre el tema pueden ayudar a imaginar posibles “aportaciones” institucionales, que concibo un tanto de manera negativa; retomo la evaluación del Pronap citada antes:

Se trata pues de que desde estos centros [de maestros] los docentes puedan encontrar condiciones que los coloquen en una situación reflexiva, que implica no solamente el acudir a él para “recopilar información” [el mismo estudio dice que casi cincuenta por ciento de los usuarios potenciales no acuden], sino que también puedan hacer uso de estos espacios, puedan habitarlos y se apropien de ellos con fines autoformativos (p. 162).

Uno de los libros que menciono es el de Cecilia Navia (2006), quien aborda narrativas docentes de varias escuelas normales en Durango e identifica los diferentes miedos de los docentes que inhiben su proceso (auto)formativo. Uno en particular llama la atención para nuestro tema: el miedo a ser autodidacta. Existen factores institucionales que pueden truncar las buenas intenciones; esta autora destaca, además de una cultura gremial generalizada de miedo, un modelo normalista de formación “altamente heteroformativo e instructivo que coloca a los estudiantes (futuros maestros) en una posición de receptores y las restricciones disciplinarias y comunicativas de los maestros, en conjunción con los abusos de poder en los ámbitos laborales de las escuelas” (p. 144).

Luz Jiménez y Felipe Perales (2007) comparten en su libro el interés por analizar las condiciones de producción en las escuelas normales (de Coahuila); estos autores abogan por una formación docente como debe ser, esto es, que se viva como una producción de sí como sujeto (autónomo) y no como una práctica reproductiva del Otro, de los formadores de formadores: los maestros cuyos métodos (tradicionales) son apropiados acríticamente por los estudiantes normalistas.

El libro de Jiménez y Perales está lleno de testimonios de los aprendices y sus tutores, quienes hablan sobre sus aspiraciones en la formación: los primeros tratan de ser como algunos de sus maestros de primaria y los segundos anhelan que sus alumnos sean como ellos, actúen como ellos, sabiendo las reglas escolares del juego: respetar a la autoridad; acatar las normas; saber controlar el grupo; y aprender la didáctica adecuada. Parecería exageración este fenómeno de la emulación a los viejos por parte de los jóvenes, mientras los viejos se apropian de la juventud (actitudes todavía frescas y dispuestas a probar todo para ser profesionistas exitosos). Los autores destacan lo que llamaríamos una especie de pacto generacional, que resulta ser funcional a la continuidad cultural de prácticas docentes producidas en la experiencia de cada día:

En los acompañamientos, dirigidos por pautas históricas, los tutores apelan a la reciprocidad con la profesión: ofrecer a otros lo que les fue ofrecido, como esquema de formación centrada en los saberes prácticos […] Los encantamientos y la aceptación de los cumplimientos fortalecen estas configuraciones en el tránsito de practicante a profesor: apego a las directrices curriculares, competencias didácticas, habilidad en el uso del tiempo y consecución de buenos resultados que reclaman, a la vez, vocación, disposiciones hacia la evaluación externa... (Jiménez y Perales, p. 182).

Para concluir e incitar al gusto de leer este libro, confío en que los estudiantes normalistas y los investigadores del isidm seguirán el camino trazado por Sergio Lorenzo Sandoval al invitarnos a realizar una apertura crítica a la categoría de autonomía, sea de sujetos, sea de espacios institucionales o formativos. Por lo pronto, Sergio, ha sido un gusto leerte, de manera autónoma, ¡espero!