Entrevista a Enrique Dussel1

¿Hacia dónde considera usted que debería caminar la educación de México y América Latina en los próximos años?

En este momento se está produciendo lo que llamamos un giro descolonizador o el tema de la descolonización epistemológica. Desde el siglo xv —la invasión de América, el mal llamado “descubrimiento”—, Europa se transformó en metrópolis y nosotros fuimos su colonia en todos los niveles: político, militar y cultural.

A comienzos del siglo xix, estamos festejando el doble centenario de la emancipación, la cual, junto con políticas económicas, empezó a constituir un cierto estado, pero desde un punto de vista educativo; los contenidos de la educación, que al fin son la ciencia que se va dando desde el primer grado de la escuela primaria, con un ritmo hasta el término de la preparatoria, es una ciencia por completo eurocéntrica. Entonces, nuestros alumnos en realidad están formados de espaldas a su realidad en todos los campos, y sobre todo en uno que para mí es el horizonte de toda la ciencia: la historia, ya que desde ella puede reinterpretarse la geografía, la lengua, la química, la física..., todo; es decir, la educación.

Los maestros repiten ese discurso porque las secretarías de educación son eurocéntricas, y mucho más cuando yo soy, por ejemplo, un niño indígena. En el pueblo hicieron una interpretación de la historia mundial, de México, todo, que no tiene nada que ver con mi pueblo y es una lengua extranjera. Entonces, en realidad el niño, cuando termina la primaria, en el caso de los indígenas, lo que recibe es un título de ignorancia. Está convencido de que esa cultura no lo capta y de que es un burro.

Sería muy distinto si la maestra le dijera a ese niño indígena: “Tú hablas el otomí y además estás hablando el castellano, el español, ¡guau! Yo soy monolingüe y tú eres bilingüe, eres más sabio que yo”. Entonces, el niño, en lugar de decirle a la mamá: “La maestra me dijo que soy un burro porque hablo la lengua otomí y quiere que hable el castellano mucho mejor”, le diría a su mamá: “La maestra me dijo que somos sabios”. Sería un niño espléndido.

Al mismo tiempo, la maestra no le va a poder enseñar a ser coherente con su cultura y con México. El México construido después de la invasión, como digo, fue una invasión y no un descubrimiento. Por lo tanto, el 12 de octubre no tiene ningún sentido, ¡hay que borrarlo del mapa! Decían que era el día de la raza, ¿cuál?, ¿la española?, ¿y la indígena? ¡Si la pisotearon! Entonces, no tiene ningún sentido. La educación debe ir de lo particular a lo universal.

Hace poco, estaba en Bolivia y, con gran admiración, descubrí la realidad de que la gran revolución boliviana, después de siete años, no ha hecho nada por la educación y los niños siguen recibiendo un currículo neoliberal, moderno, blanco, que no tiene nada que ver con un niño indígena. ¿Y la revolución de Evo Morales? (le dije al Ministerio de Educación) ¡¿Y ustedes qué están esperando?! ¿Que caiga la revolución y que ni siquiera se acuerden de ella? ¡¿Cómo es posible?! Y les metí una filípica tremenda.

Hay que empezar por dónde está situado el niño. El niño está ubicado en una casa ¿de un pueblito o de un barrio? Ahí tiene que hacerse la historia. Decirle: “Mira, le vas a preguntar a tu abuelo dónde nació, a tu papá, a tu tía, y si en el primer grado reconstruyeran la vida de su familia, de algunos vecinos, sería fantástico, porque sabría que hay dos, tres generaciones y empezaría a concebir el pasado. Lo mismo sería en la geografía: reconocer cómo está estructurado tu barrio o el pueblito, el río que está junto y lo mismo la lengua; si tiene una lengua indígena, hay que conservarla; si tiene también el español, pues también hay que enseñarlo, pero del lugar.

Empezar desde lo particular e ir creciendo lentamente; después, pasar a la historia del municipio, de los estados, de México, de América Latina, y hacer un programa en el cual el niño se vaya situando, desde sí y afirmando la dignidad de lo propio.


1 Nació en La Paz, Mendoza, Argentina. Exiliado político desde 1975 en México, hoy ciudadano mexicano, es profesor en el Departamento de Filosofía en la UAM, Iztapalapa, y en el Colegio de Filosofía de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Doctor en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid y doctor en Historia en La Sorbonne de París. Ha obtenido doctorados Honoris causa en Freiburg (Suiza), en la Universidad de San Andrés (La Paz, Bolivia) y en la Universidad de Buenos Aires (Argentina). Fundador con otros del movimiento Filosofía de la Liberación. Trabaja especialmente el campo de la ética y la filosofía política.