Los niños y las niñas migrantes en escena

La intensidad hegemónica del adultocentrismo típico en los estudios migratorios parece estar cediendo gracias a numerosos investigadores que están haciendo posible que los niños en la migración y los niños de la migración aparezcan en la escena. Son niños y niñas inscritos en los circuitos de la migración interna, así como los que se mueven de un país a otro. Los niños migran, son migrantes exactamente de la misma manera que lo son sus padres y hermanos mayores con quienes, por lo general, se trasladan de un lugar a otro. De esta manera, estamos “desempacando a los niños en los estudios migratorios”, como lo sugirió la profesora Dobson en 2009.

Los dos tipos de adultocentrismo señalados por la autora parecen estar perdiendo fuerza. El primero de ellos (adultocentrismo de tipo A) ignoraba a los niños migrantes porque los consideraba objetos que portan o maletas que cargan los migrantes adultos. Vistas así las cosas, los niños no migraban, sino que los hacían migrar, los llevaban y los traían, como se llevan las pertenencias en los viajes. Esta lógica incluía cuatro tipos de miopías:

El segundo tipo de adultocentrismo (del tipo B) no ignora a los niños, sino que dirige su mirada hacia ellos y ellas porque son “fuente de ansiedad” para los adultos (Dobson, 2009, p. 357). Los niños existen en la migración, pero como víctimas, urgidos de protección, seres inválidos, desprovistos de conocimientos y de agencia. Vistos así, los niños no son migrantes como sus padres, sino que existen porque deben ser objeto de la preocupación pública debido a que son sujetos indefensos que requieren la tutela estatal o la protección de los adultos. Existen, pues, porque los adultos les dan la existencia.

Ahora que los investigadores de la migración nos estamos interesando en las dinámicas institucionales que se despliegan en las escuelas, los centros de salud, las iglesias, los centros recreativos ante la llegada de familias migrantes y sus hijos; ahora que dirigimos nuestra atención a lo que hacen o dejan de hacer los niños indígenas en diversas regiones de México y de Estados Unidos; ahora que contamos con estudiosos que analizan la forma como los padres de familia defienden los intereses de sus hijos cuando las instituciones educativas buscan domesticarlos; ahora que nos interesan las estrategias de los niños y jóvenes migrantes para incorporarse a los procesos educativos y tener éxito en las regiones a las que están llegando; ahora que tenemos investigadores e investigadoras atentas a la escritura misma de los niños de la migración, así como el análisis de las ideologías políticas de la lengua escrita que excluye a los niños y niñas que migran de un país a otro, o de una región a otra; ahora que presenciamos a jóvenes investigadores que relatan las historias migratorias desde la perspectiva misma de los niños actores y actrices de la migración; en fin, ahora que hay especialistas atentos a mostrar las fallas en los procesos administrativos, las discriminaciones burocráticas y la desatención institucional que ignora o desprecia las necesidad de los niños migrantes, estamos en condiciones de superar la hegemonía adultocéntrica y tener una visión más holística del proceso migratorio.

Es un periodo científico prometedor en el que nuevas categorías de análisis están apareciendo, renovadas problemáticas de estudio acompañadas de métodos de indagación y análisis se están abriendo paso y, desde luego, a partir de ahí, contamos con hallazgos que responden a lo que alguna vez Mills (1959) denominaba “la política de la verdad”.

Referencias bibliográficas

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Dobson, Madeleine E. (2009). Unpacking children in migration research. Children’s Geographies, 7 (3), 355-360.

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Mills, Wright (1959, 1975). La imaginación sociológica. México: Fondo de Cultura Económica.

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Víctor Aurelio Zúñiga González

Tecnológico de Monterrey